FRANCISCO ARSIS CAEROLS

A ti, Noelya
Son las diez de la mañana. En la soledad de mi cuarto, mientras escucho esa música que me embarga, y que no hace sino regalarme tu recuerdo, me siento transportado hacia esos momentos en que tú y yo vivimos tan intensamente nuestro amor, aquél tiempo ya lejano en que ambos fuimos uno solo en realidad. Tú, que fuiste mía pero que un día desapareciste inevitablemente, Noelya.
Y ahora, aunque la tristeza me invade al escuchar el sonido del piano con sus ensalzadas y melancólicas notas, que no parecen sino entresacadas del mismísimo corazón, puedo sentir que de alguna forma tú estás de nuevo junto a mí, sintiéndote palpitar, notando tus caricias y tus besos, recordando aquel bello amor que un día me hizo sentirme el dueño de la vida.
Si al derramar mis lágrimas lograra evitar la tristeza que siento, sería todo tan sencillo... Pero no lo es, y cada recuerdo revivido es una punzada en lo más profundo de mi alma, porque nunca llega hasta mí en toda su esencia. Y mi dolor, en vez de disiparse, se acrecienta.
Recorrimos tantos lugares juntos, contemplamos tanta belleza en aquellos indescriptibles paisajes, con aquél cielo plagado de miles de estrellas que tantas veces observamos tumbados en aquella pradera, mientras tus besos erizaban mi piel, hasta lograr estremecer todo mi cuerpo...
Te apoderaste de mi alma, Noelya, y eso ya no tiene remedio. Ya nada podrá ser igual en mi vida. Jamás podré amar a nadie como te amo a ti, a pesar de que nunca llegues a saberlo. Desgraciadamente, ningún rastro dejaste al partir, y por eso sé que no podré reencontrarte.
Todavía no alcanzo a comprender por qué te dejé marchar. Tú creías que no te quería lo suficiente. No solía tener contigo excesivas muestras de cariño, pero créeme que te amaba con locura, Noelya. Si hubiera sido capaz de hacerte entender cuánto significabas para mí… Y ahora, que tantas cosas te diría; ahora, que sin duda mis palabras derretirían todo tu ser, no estás a mi lado para que puedas sentir todo lo que llevo dentro.
¿Dónde estás, Noelya? Si tan sólo Dios pudiera darme una señal. Por pequeña que fuese, estoy seguro de que daría contigo, y entonces te haría comprender el inmenso amor que siento por ti, porque tú eres mi vida misma, el motor que impulsa mi corazón. Porque cuando veo a un cisne nadar sobre el lago azul, aquél que a menudo recorríamos en barca, en realidad te veo a ti; porque cuando a través de la ventana de mi habitación veo una gota de lluvia caer lentamente por el cristal, siento que eres tú, que llegas hasta mí; porque todo lo que brota de estas palabras escritas nace de ti, de esa gran semilla que un día depositaste en mi corazón para siempre.
En todas partes puedo verte, a través de la tierna sonrisa de un niño, en las flores que asoman en primavera; en las hojas que caen de los árboles en otoño, despacio, como si cayeran desde el mismísimo cielo.
Convertiría los sonidos que brotan de mis labios en palabras tan bellas que no harían sino sonrojarte sin remedio. Y ya no desearías otra cosa que estar conmigo...
Ahora lo único que me queda por hacer es lanzar esta carta al mar, encerrada en una botella. Quizá algún día la encuentres, quien sabe. Quizá el profundo amor que siento por ti obre un milagro, llegando finalmente hasta tus manos. Puede que entonces podamos empezar de nuevo…
Noelya, vida mía...
© Francisco Arsis Caerols (2004)
